Como pasa con el fernet, el puchero y la paella, la inmigración europea de principios de siglo XX trajo muchos productos tradicionales del viejo continente que con el tiempo se fueron convirtiendo en clásicos argentinos y ganó más fanáticos por estas tierras que por las de su origen. Este es el caso del Leberwurst, clásico embutido aleman, que no falta en ninguna fiambrería del país y está presente como entrada o como parte de la picada en varios bares y restaurantes porteños y también en el interior del país.
El leberwurst siempre tiene fanáticos. Se trata de un embutido hecho con 60% carne de hígado y 35% tocino bien crujiente. El restante son aromáticos y pimienta. Se lo cubre con tripa de cerdo o de cordero y en forma industrial se suele recubrir con plástico. Será por su forma versátil y su sabor amable, que tiene mucha aceptación en estos lados.
Casi siempre se come untado al pan o tostadas y viste de galas todas las picadas. También se lo puede servir de entrada, solo con pan y hasta algunos lo comen en el desayuno, cosa habitual en Alemania. Pero acá somos más de la merienda como picada y el desayuno lo dejamos para el café y las medialunas o a lo sumo tostadas con queso crema.
En el formato industrial hay varios para destacar. Paladini es una marca conocida que ofrece leberwurst en paquetes de 250 gramos, a menudo disponible en supermercados y tiendas en línea. La marca Calchaquí, por su parte, ofrece un leberwurst con un sabor auténtico y una calidad destacada. Lario también aparece como un producto de buenas referencias.
Pero sin dudas, que el leberwurst más rico es el artesanal y el que es cubierto con tripa natural. En esta materia, hay dos lugares que se destacan por tener un producto muy bueno y reconocido.
En primer lugar encontramos en una calle discreta de Villa Ballester un verdadero tesoro gastronómico, un lugar que transporta a sus visitantes a una pequeña ciudad alemana: Schreiber Hnos.. Este proyecto, con seis décadas de historia, es una fiel emulación de las fiambrerías alemanas, arraigado en una localidad que fue hogar de una importante comunidad de inmigrantes alemanes tras las Guerras Mundiales.
La elección de Villa Ballester no fue casual, ya que el barrio albergó el mayor asentamiento alemán de la región, una información clave que motivó a la abuela de los actuales dueños a establecerse allí. La génesis de esta tradición familiar se remonta a 1958, cuando la abuela de Manfredo y su novio, un cocinero experimentado, junto al abuelo materno con capital de inversión, concibieron la idea de construir una fábrica de embutidos anexa a su hogar.
Abrieron sus puertas por primera vez en 1963 bajo el nombre de Ninemann y Schreiber, una denominación que evolucionaría hasta la actual Schreiber Hnos.. Las primeras maquinarias fueron adquiridas gracias a los fondos de indemnización que los padres recibieron por las pérdidas sufridas en la Segunda Guerra Mundial.
Desde sus inicios, un producto en particular se erigió como pilar de este emprendimiento: el Leberwurst. Manfredo y Gerardo, los hermanos al frente de la sociedad, recuerdan cómo el Leberwurst y las salchichas al estilo alemán fueron las grandes protagonistas de este proyecto familiar. Ambos crecieron inmersos en el negocio, atendiendo al público tras la escuela alemana Hölters Schule, en una época donde las filas para entrar al local podían extenderse media cuadra.
Hoy, el Leberwurst, o paté, mantiene su estatus como uno de los "caballitos de batalla" de la firma. Schreiber Hnos. produce semanalmente alrededor de 2500 kilos de paté, una cifra que subraya su preponderancia en la amplia oferta de casi 60 productos que comercializan. Además del icónico Leberwurst, destacan otros productos como las salchichas de Viena, la Knackwurst, el salame y la Cracovia, y una gran variedad de salchichas, incluyendo Currywurst, Weisswurst y ahumadas. La tradición perdura en la tercera generación, con los hijos de Manfredo y Gerardo ya integrados en la empresa familiar de 12 personas.
Visitar Schreiber Hnos. no es solo una experiencia culinaria, sino un viaje cultural a las raíces alemanas de Buenos Aires, donde el aroma del ahumadero y, quizás, algún diálogo en alemán, completan esta experiencia única.
Por otro lado también tenemos a Alles Gut, en la ciudad enterriana de Crespo. Allí elaboran un leberwurts de muchísima calidad con una consistencia más firme y compacta que otros lados. Otra prueba de sabores deliciosos, que te transportan a lo mejor de la cocina alemana, con el toque artesanal de un entorno ideal.
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